La pugna entre dos antiguos aliados empeora la crisis política y humanitaria en Sudán 

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La pugna entre dos antiguos aliados empeora la crisis política y humanitaria en Sudán 

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Autor: Janet Queffelec Padrón

Guerras civiles, golpes de Estado, regímenes autoritarios y división de su territorio han marcado la historia de Sudán, tras alcanzar su independencia el 1 de enero de 1956. 

La inestabilidad de esta nación africana no llega a su fin y desde el 15 de abril de este año se registran choques armados en Jartum, la capital, entre las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF) comandadas por el general Abdel Fattah al-Burhan, y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) dirigidas por Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti, que buscan el control del gobierno, con lo cual se ha intensificado la crisis política, institucional, social y económica. Una lucha entre viejos aliados que ahora son rivales.

Para finales de abril, Naciones Unidas estimaba que por el conflicto se habían registrado 512 muertos y 4.193 heridos, aunque las cifras podrían ser mayores. 

A esto se suma la vulnerabilidad de la población por las amenazas a las operaciones humanitarias ante el robo de vehículos utilizados para la distribución de la ayuda, así como los saqueos a los almacenes del Programa Mundial de Alimentos (PMA). Se estima que unos 15,8 millones de sudaneses –que representan un tercio de la población- recibían ayuda humanitaria antes que se iniciaran los enfrentamientos el 15 de abril, lo que hace suponer que la situación de estos habitantes empeorará aún más. 

Mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que a finales de abril se registró el cierre de más del 60% de los centros de salud y que escasamente un 16% de las instalaciones sanitarias funcionaba con normalidad. 

Además, la OMS ha reportado 25 ataques armados a emplazamientos sanitarios, mientras que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) estableció que aproximadamente 50.000 niños se encuentran en un estado de desnutrición aguda severa.

En este escenario, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ordenó la salida inmediata hacia Sudán del responsable de Asuntos Humanitarios de la ONU, Martin Griffiths. En un comunicado, Guterres llamó a los dos bandos en disputa a garantizar la seguridad de los civiles, así como a resguardar a la población para que pueda salir hacia zonas más seguras y a facilitar las operaciones de socorro.

Comunidad internacional pide un alto al fuego

El Mecanismo Trilateral –instalado tras el golpe de Estado de 2021 y con participación de la Unión Africana, la Autoridad Intergubernamental sobre el Desarrollo (IGAD) de África Oriental y la ONU-  ha hecho un llamado a los generales Abdel Fattah al-Burhan y Mohamed Hamdan Daglo a que extiendan esta semana el alto al fuego al menos por otras 72 horas, proteger a la población civil y respetar las edificaciones educativas y sanitarias. 

El 15 de abril, cuando estallaron los enfrentamientos en Jartum, la Unión Africana instó a la comunidad internacional a actuar de manera unificada, de tal manera de obligar a las partes al cese inmediato del fuego y establecer una mesa de negociación con todas las fuerzas políticas y militares de Sudán.

Luego, el 28 de abril, el presidente de la Unión Africana, Azali Assoumani, emitió un comunicado en el que indicaba las conversaciones sostenidas el 23 y 25 de abril con al-Burhan y Hemedti en las cuales los exhortó a cesar de inmediato las hostilidades, garantizar la vida de los ciudadanos civiles y extranjeros y a que reanudaran “sin demora las negociaciones para una salida pacífica de la crisis”. 

Analistas consideran necesario mantener la ayuda con Sudán, aunque se proceda al retiro de sus delegaciones diplomáticas, de tal manera de no dejar el camino libre a Rusia con el apoyo que ha venido brindando desde hace años a las tropas de mercenarios Wagner que abiertamente colaboran con los paramilitares sudaneses de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF).

Crisis humanitaria en la región

También hay que destacar la preocupación sobre los efectos de la guerra civil en Sudán hacia naciones vecinas africanas. Por ejemplo, en el caso de Chad este país alberga desde hace 20 años a unos 400.000 refugiados sudaneses y se espera que en los próximos días lleguen al menos otros 100.000 lo que provocaría una crisis humanitaria. 

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) alertó sobre nuevos retos humanitarios debido a que en Sudán se encuentran más de un millón de refugiados provenientes de Sudán del Sur, Etiopía y Eritrea que también se han visto forzados a salir del país o huir hacia otras regiones sudanesas relativamente más seguras. Indicó que alrededor de 20.000 personas han salido hacia Chad, otras 10.000 a Sudán del Sur y un número no determinado llegó a Egipto, República Centroafricana y Etiopía.

Viejos aliados ahora son rivales

En el pasado, Abdel Fattah al-Burhan y Mohamed Hamdan Dagalo “Hemedti” combatieron juntos. Ambos unieron fuerzas para derrocar el 11 de abril de 2019 a Omar al Bashir -quien llevaba las riendas del poder desde 1989- en medio de protestas populares que se iniciaron a finales de 2018 por la crisis económica que se agravó siete años antes con la separación de Sudán del Sur y que reclamaban un gobierno democrático.

Tras este golpe de Estado, se conformó un Consejo Soberano, una especie de gobierno de transición con participación de civiles y militares, entre estos el primer ministro Abdalla Hamdok, nominado por la coalición opositora Fuerzas de la Libertad y el Cambio, y el general Abdel Fattah al-Burhan al frente del Consejo Militar de Transición, junto a Hemedti como vicepresidente.

Los acuerdos entre civiles y militares en el Consejo Soberano dieron como resultado la firma de un acuerdo constitucional en agosto de 2019, pero lejos de avanzarse en el camino democrático con mayores garantías a los derechos humanos, este gobierno transitorio tomó una vía autoritaria y con mayor poder de la cúpula militar.

La situación llevó al golpe de Estado del 25 de octubre de 2021 con al-Burhan como jefe del gobierno de facto, acompañado de Hemedti. No obstante, a partir de ese momento ambos líderes comenzaron a distanciarse.

Los analistas coinciden en que el factor de desunión fue el giro que tomó al-Burhan de restituir en el gobierno a líderes que acompañaron a Omar al-Bashir.

Al sentirse marginado de la élite política, Hemedti comenzó a establecer alianzas con los grupos rebeldes de Darfur – a quienes confrontó en la guerra civil de 2003- y de Kordofán del Sur.

Esta separación de los líderes condujo a los enfrentamientos en el mes de abril entre las Fuerzas Armadas de Sudán, bajo el dominio de al-Burhan, contra las Fuerzas de Apoyo Rápido lideradas por Hemedti. Una lucha entre viejos aliados que ahora son rivales.

Pero la relación de ambos se remonta mucho más allá. En 2001 se registró un conflicto armado en la región occidental de Darfur al sublevarse el Ejército de Liberación de Sudán y el Movimiento Justicia e Igualdad, debido a que esta población había sido marginada desde siempre. Ello llevó a una respuesta armada del gobierno de Omar al-Bashir, así como a apoyar a milicias paramilitares árabes conocidas como yanyauid que se ensañaron contra los grupos étnicos fur, masalit y zaghawa. En esas acciones tomó parte al-Burhan al frente del ejército sudanés, mientras que una de las yanyauid era comandada por Hemedti.

Se calcula que en estos combates fallecieron alrededor de 300.000 personas, siendo calificado como el primer genocidio del siglo XXI. Además, unos 180.000 habitantes se vieron forzados a desplazarse hacia el campamento de Kalma en Darfur. Cabe destacar que, por estos hechos, la Corte Penal Internacional (CPI) ha emitido dos órdenes de arresto contra Omar al-Bashir por crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio.

Una nación marcada por la inestabilidad

La inestabilidad política e institucional en Sudán no es nueva. En 1964 se produjo la revolución de octubre que condujo a la destitución de Ibrahim Abboud, un militar que dio un golpe de Estado en 1958 y se auto designó primer ministro, apenas dos años después de que la nación africana alcanzara su independencia. 

El gobierno autoritario de Abboud fomentó la frustración en la población que aspiraba a mayores libertades y a la conformación de un gobierno dirigido por civiles. En este contexto, el resentimiento popular estalló, pero nuevamente los militares aprovecharon la situación para tomar el mando, con Yaafar Mohamed al Numeiri al frente del gobierno desde el 25 de mayo de 1969 con el respaldo de comunistas y nacionalistas árabes. 

Inicialmente, al-Numeiri se planteó una revolución socialista que progresivamente devino en una revolución islamista. Durante su mandato se produjo la firma de paz en 1972 con la resistencia del sur que buscaba la autonomía, conocidos como los acuerdos de Adís Abeba, pero estos no prosperaron y, por el contrario, al-Numeiri alcanzó el poder absoluto. 

Finalmente, la crisis económica y política, así como la hambruna, impulsaron nuevamente protestas de la población hasta que ocurrió el golpe de Estado del 6 de abril de 1985 ejercido por el ministro de Defensa y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Abderrahman Sewar al Dahab, que instituyó un Consejo Militar Transitorio.

Hasta 1989 el país tuvo un gobierno civil, pero un militar, Omar al-Bashir, derrocó al primer ministro Sadiq al-Mahdi, e instauró un régimen autoritario hasta que se autoproclamó presidente de Sudán en 1993. 

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